Morir en tiempos revueltos

Opinión - Cartas

Hoy el teatro está de luto. Y el nuestro, el Teatro Romano, pierde un hijo. Paco Maestre fue un actor de primera, aunque hoy se le recuerde como un popular secundario del cine, del teatro o de la televisión.

Paco pasó su niñez en la calle Sagasta de Mérida, estudió en el colegio Covadonga y, como a todos los niños de su edad y que vivían en las cercanías del Teatro Romano, saltaba entre las piedras milenarias cuando su tía le llevaba a jugar al Anfiteatro. Ya a los siete años tuvo la idea de crear su propio teatro en la terraza de su casa. Le escuché en una ocasión que en su Teatro Drácula pasaba días enteros, creando funciones y cantando misas. Todas esas vivencias y las obras de Tamayo que veía en el Teatro Romano le impresionaron y le hicieron empezar a amar las bambalinas y las tramoyas.

Cuando su padre se queda sin trabajo en la Corchera, Paco se traslada a Madrid, donde no tiene más remedio que trabajar en una oficina hasta que el sobrepeso le libra de la mili y decide entrar en la Escuela de Arte Dramático. Como son los tiempos de la movida madrileña, su inicio en el teatro viene de la mano de una obra punk “Del laberinto al treinta” y es el teatro quien le devuelve a Mérida en 1983, como actor de Golfus de Emérita Augusta. Volvió aquí en numerosas ocasiones , a nuestro Festival, a veces incluso haciendo doblete en dos obras distintas.

Pero aunque era en el teatro donde su poderosa voz le hizo ganar más premios (el Max de interpretación, el Premio Unión de Actores o el Premio Ágora), Paco bordaba también sus papeles en el cine. Trabajó con Almodóvar, con Fernando León, con Vicente Aranda, con Carlos Saura o con Alex de la Iglesia.

Y entre tanto, llegó el reconocimiento del público con sus papeles para la televisión, que es, al fin y al cabo, la que se nos mete en casa, y tras numerosas series de éxito acabó interpretando a un gélido fascista de la División Azul  en “Amar en tiempos revueltos”, donde se le rompió el corazón definitivamente en pleno rodaje. La vida (y la muerte) a veces  también parecen tener guión, y Paco murió en su último día de grabación, ya que estaba previsto que el personaje muriera ayer, precisamente, de una puñalada en el corazón.

Paco murió interpretando, como quieren hacerlo los buenos actores, y como otros actores quiso volver a Mérida y a su Teatro a descansar por siempre. Y Mérida lo recibirá con los brazos abiertos, como recibe siempre a sus hijos retornados, orgullosa de acoger entre sus columnas de mármol y sus piedras sin tiempo las cenizas de un soberbio actor y la memoria de un hombre (en el más amplio sentido de la palabra) bueno.

 

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