Oda al hombre bueno

Tiresias

www.nosolomerida.es | Festival de Mérida | Las suplicantes | Al mismo tiempo en que se cumplen 85 años del asqueroso fusilamiento de Federico García Lorca… al mismo tiempo en que el régimen Talibán ha fundado ‘de facto’ el terrorífico Emirato Islámico de Afganistán… al mismo tiempo en que el descarado Gobierno español devuelve menores marroquíes a su lugar de origen pasándose por el forro las leyes, convenciones y protocolos humanitarios (inter)nacionales… el Festival de Mérida estrena una obra que (nos) ahorra muchas explicaciones a los plumillas a la hora de justificar la pervivencia de los mitos grecolatinos. Porque en ‘Las suplicantes’ se habla de la guerra, de sus víctimas y del compromiso que tienen los vivos de dar digna sepultura a sus muertos… y se habla del derecho de las mujeres a disponer libremente de su cuerpo y de su alma, frente al (ab)uso de los hombres… y se habla de la disyuntiva que plantea la llegada del inmigrante al autóctono: abrazarlo o despreciarlo… O sea, aunque sus protagonistas se llamen Dánao, Hipermnestra, Teseo o Pelasgo, sus diálogos y sus acciones son de rabiosa actualidad. Precisamente este último, https://www.festivaldemerida.es/wp-content/uploads/2021/08/-7-900x600.jpgel rey argivo, se debate entre el “No puedo” y el “No debo”, a la hora de acoger a las danaides en su tierra, sabedor de que las consecuencias de sus actos oscilarán entre lo malo y lo peor, que son las únicas opciones que deja la tragedia clásica.

Lo que pretende la versión de Silvia Zarco que entrelaza los originales homónimos de Esquilo y Eurípides es humanizar a los mitos, desmitificar a los héroes, adornarlos con la duda y condenarlos al conflicto moral; acercarlos, en definitiva, al aquí y ahora, con la inestimable colaboración de los telediarios. Y lo que le sale es un texto bienintencionado al que la puesta en escena de Eva Romero le hace un flaco favor. Se salvan la solvencia de David Gutiérrez (Pelasgo), la humanidad de María Garralón (corifeo de las madres), las apariciones de la cantaora Celia Romero y… poco más. Del resto, mejor no entrar en detalles.

Paradójicamente, esta flamante fusión feminista que abandera la sororidad intergeneracional, acaba convirtiéndose en una oda a los hombres buenos, nobles, justos… a los hombres que no olvidan de dónde vienen —sus madres— y a dónde van —la madre, Tierra—. Solo por eso merece la pena acercarse a verla. Si eso es poco o mucho para un certamen como el de Mérida y un escenario como el Teatro Romano, debe decidirlo el espectador.

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