Ejemplar dramaturgia

Tiresias

www.nosolomerida.es | Festival de Mérida | Ariadna| Resumiendo mucho, el mito de Ariadna representa el paradigma de la mujer perdidamente enamorada y traicionada y condenada al abandono por su amante. Nada nuevo bajo el sol, por tanto. Les sonarán, siquiera vagamente, el nombre del monstruo vencido, el Minotauro, el de su fugaz amante, Teseo, y la trampa de la que este escapa, el laberinto, con la ayuda de su amada, en forma de ovillo de hilo. En cuanto al desenlace, las versiones difieren entre el trágico despedazamiento por parte de las fieras y la esperanzadora salvación de manos de Dioniso.

El dramaturgo Álvaro Tato elige esta última opción, un final (relativamente) feliz, para firmar una adaptación ejemplar de lo relatado en el libro VIII de Las Metamorfosis y en la décima carta de Las Heroínas de Ovidio y el poema 64 del Liber de Catulo, trufada con aportaciones leídas en obras de James George Frazer, Robert Graves, André Gide, Jorge Luis Borges y Julio Cortázar. Lo que hace, de manera sobresaliente, es conectar las claves del mito griego y de la https://www.festivaldemerida.es/wp-content/uploads/2022/07/pase-grafico-ariadna-al-hilo-del-mito-10-900x600.jpgpoesía latina con los moldes métricos y estróficos del flamenco español para establecer un verdadero diálogo entre tradiciones que ofrece como resultado un delicioso ramillete de coplas de arte menor que reflexionan sobre las grandes pasiones y los gigantescos miedos que entorpecen la irrefrenable búsqueda de la libertad individual del ser humano. Sobran, eso sí, los parlamentos leídos en off por el actor Carmelo Gómez, por explícitos y por redundantes.

Sobre el escenario, un único personaje definido, Ariadna —encarnada con sutil taconeo, elegante braceo y liberal cintura por Rafaela Carrasco—, interactúa con un coro masculino en el que se desdoblan el resto de los protagonistas de la tragedia: el ingrato Teseo; el tirano rey Minos; el temible Minotauro; o el salvador Dioniso. El chileno Felipe Clivio, el brasileño Gabriel Matías, y los españoles Rafael Ramírez y Ricardo Moro, conforman un cuerpo de baile exótico y variopinto que se comporta como un juncal, fino y flexible, pero tremendamente duro. La bailaora aporta la danza más clásica, y ellos, las pinceladas más vanguardistas, en constante juego con la sucinta escenografía.

Al ritmo de las peteneras, tientos, tangos y seguiriyas compuestas e interpretadas con suficiencia por el guitarrista Jesús Torres y el cantaor Antonio Campos, se va desgranando este relato mítico estrenado en febrero de 2020 como apertura del Festival de Jerez y que, hasta el momento, se ha convertido en la propuesta más digna del presente Festival de Mérida, como reveladora paradoja de un caprichoso destino: un bolo de danza flamenca que a priori no era más que relleno en un certamen de teatro clásico grecolatino.

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