Primitiva vanguardia
Escrito por Tiresias Lunes 05 de Agosto de 2024 00:00
www.nosolomerida.es | Festival de Mérida | Elektra.25 | Atalaya es una compañía de teatro, sí, pero es mucho más que eso: en 2008 recibió el Premio Nacional de Teatro “por la creación de un espacio original de exhibición, producción, formación y reflexión teatral, resultado de una larga trayectoria profesional”; y ese espacio no es otro que el Centro Internacional de Investigación TNT, el mayor teatro de construcción y gestión privada de Andalucía, por donde han pasado un larguísimo centenar de pedagogos y maestros procedentes de tres docenas de países de cinco continentes distintos, representando a la mayor parte de las tradiciones teatrales. A lo largo de sus cuatro décadas de trayectoria, Atalaya ha pisado más de seiscientos teatros, de cincuenta países, repartidos por los seis continentes y la totalidad de las provincias españolas; ha participado en casi doscientos festivales internacionales y obtenido más de sesenta premios.
La ilustre compañía sevillana hizo su debut en el Festival de Mérida en 2004, representando Medea, la extranjera (2004) en el Anfiteatro Romano: una notable relectura del mito a partir de los textos de Séneca, Eurípides y Heiner Müller coproducida por el propio certamen y por el Art Carnuntum Festival de Austria. Y veinte años después vuelve a ocupar uno de los escenarios alternativos al Teatro Romano, en este caso el Teatro María Luisa, lo que evidencia una vez más la injusticia cometida por los programadores con algunos profesionales que, como Atalaya —actualmente la compañía teatral más valorada por los baremos del INAEM del Ministerio de Cultura—, carecen de la popularidad de los rostros televisivos pero, a cambio, garantizan un altísimo nivel en cada propuesta: se les hurta la posibilidad de lucir sus mejores galas en el escenario principal por miedo a la espantá del público, mientras se cede ese espacio, semana tras semana, a naderías indignas que no hacen sino mancillarlo, por muchas entradas que vendan.
El caso es que nuevamente hemos podido gozar con esa forma tan pura, tan vanguardista y tan primitiva a la vez, que tiene Atalaya de encarar sus versiones de clásicos teatrales de todas las épocas. Elektra.25 se montó para celebrar los primeros veinticinco años de la compañía y los veinticinco siglos del nacimiento de Eurípides, que coincidieron en el tiempo, y, en ella, Ricardo Iniesta teje los hilos que unen las versiones primigenias de los grandes poetas griegos con las adaptaciones modernas de Hoffmansthal o Sartre, confeccionando un traje a medida para la venganza, que es el leit motiv que, más allá del argumento, pretende sacudir al espectador en su butaca.
Los cánticos étnicos determinan el tono mientras las coreografías marcan el ritmo de un elenco que (de)muestra su impronta expresionista de forma coral, exhalando energía por cada poro y extrayendo una inédita carga poética a la música, al espacio y a los objetos cotidianos —esta vez a las bañeras, como hace veinte años a los somieres—, dejando patente el privilegio de formar un grupo estable cuya continuidad posibilita largos procesos de investigación que el público más experimentado sabe apreciar.